Conseguir tráfico a nuestra Web ¿A qué precio?

Hay estrategias que resultan difíciles de entender. Cuando vienen de la industria de los contenidos, la verdad, esa dificultad tiende a disminuir bastante: uno es capaz de imaginarse las irracionalidades más grandes viniendo de una industria en la que habitan dinosaurios que probablemente nieguen todavía que La Tierra gire alrededor del sol.
Pero aún así, todavía conservan la capacidad de sorprendernos: ¿qué lleva a una publicación como Bloomberg a negar a Flipboard – o mejor, a negar a los usuarios de Flipboard – la posibilidad de incluir en las revistas que autopublican cualquier noticia procedente de medios de la compañía?
A ver, pensemos: en ningún caso hablamos de eso que la industria pretende absurdamente llamar “robo de contenidos”, dado que Flipboard únicamente incluye en sus revistas una imagen, cuando la hay, y un titular. Para llegar al contenido, que únicamente se insinúa a través de esos dos elementos comunicativos, es preciso un clic que lleva, por lo general, directamente a la publicación de origen. En mi página, Flipboard es un habitual referrer de tráfico: no por supuesto al nivel de sitios como Google, Facebook, Twitter o Feedly, pero sí dignamente representado. ¿Qué absurdo proceso mental lleva a Bloomberg a negar el acceso a algo tan fundamental para la comunicación viral y la difusión como un titular y una ilustración? ¿Qué cree perder la compañía de medios a cambio de proporcionar a los usuarios de una aplicación como Flipboard, que no dejan de ser lectores de las publicaciones de Bloomberg, la posibilidad de situar las noticias que leen en las micro-revistas que autopublican?

Son estrategias que solo se explican si provienen de una mente analógica. En mi actividad como generador de contenido, escoger una ilustración y tratar de buscar un titular atractivo se han convertido en elementos fundamentales que pueden decidir el éxito o el fracaso en el recorrido de una entrada. Y eso ocurre en mi caso, en el que el riesgo es mínimo y el problema que puedo tener en caso de que una entrada no se mueva bien es entre escaso y nulo, porque no me juego mi cuenta de resultados en ello. Por supuesto, todo aquello que pueda contribuir a incrementar la circulación de mi contenido es cuidado con esmero: quiero estar en cuantos más sitios, mejor. Me encanta que el titular y la ilustración que he escogido aparezcan en cientos de tweets y retweets, que sean compartidos y reciban muchos Likes en Facebook, que reciban muchos +1 en Google+, que muchos usuarios los incorporen a sus tablones en Pinterest, los compartan en LinkedIn o los coloquen en sus revistas en Flipboard. Por supuesto, tampoco me importa que consuman su contenido en su integridad en otro sitio sin entrar en mi página: tengo claro que quien me lea en su Feedly, en su correo electrónico o en un medio o página que copie entero lo que yo escribo tiene mi nombre o bien al pie, o bien a un clic de distancia, y eso mejora muchos de los elementos de mi negocio. No puedo ni imaginarme diciéndole a uno de mis usuarios algo así como “no, no me da la gana de permitirte que compartas mi contenido en ese sitio donde tú lo querías compartir”. Me parece pura y simplemente absurdo.
Sinceramente, cada día entiendo menos los problemas que aquejan a quienes pretenden vivir de crear contenidos. No soy capaz de imaginarme qué lleva a un escritor cuyas capacidades e inteligencia admiro sincera y cabalmente a dedicar un artículo a insultar a aquellos que se descargan sus obras porque, según él, “le roban”…  cuando resulta que el presunto perjuicio económico que le ocasionan es cifrado por él mismo en un porcentaje inferior al 10% y, por tanto, está asumiendo como natural que su editor retenga nada menos que un 90% del precio final de sus obras. ¿Es que de verdad piensa que su trabajo vale únicamente un 10% y que su editor aporta un 90% del valor percibido por el cliente final? Porque si realmente es así, lo que debería hacer es,claramente, dedicarse a otra cosa. Si piensa que su negocio no sería nada sin ese editor que se queda con el 90% del importe de lo que un cliente paga por acceder a su obra, si de verdad cree que su éxito depende en un 90% de factores como la distribución, la calidad y el diseño de la sobrecubierta o el gramaje del papel, es que tiene una muy pobre imagen de sí mismo. Pero no, lo que hace es, en un artículo, arremeter contra aquellos que se descargan sus obras, en lugar de arremeter contra aquellos que provocan que estas tengan una disponibilidad y un precio completamente absurdo. ¿Qué es esto? ¿Alguna tipo de manifestación del síndrome de Estocolmo?
¿Quién te roba? ¿Los que se descargan tus obras, o los que se quedan con nueve de cada diez euros sobre el precio de las mismas a cambio de ponerlas en las librerías? Si trabajases para incrementar la disponibilidad y el acceso a tu obra modificando la estructura de márgenes de la cadena de valor asociada a su publicación, te puedo asegurar que hablaríamos en otros términos. Pero no hace falta que lo diga yo: ya te lo dicen otros con mucho más fundamento.
Si vives de crear contenidos, toda tecnología que disminuya la distancia entre tu público y tú debería ser buena para ti. Si no lo ves así, simplemente estás equivocado. Y si además de estar equivocado pugnas por convertirte en un personaje antipático que exterioriza su error a voz en grito en titulares de prensa y actuaciones judiciales, insultando no solo a tus posibles clientes sino también a su inteligencia, peor aún.
No, las cosas no son tan sencillas. Pero lo que sí es sencillo es entender qué cosas dependen de ti y cuáles no. Por mucho que haga Bloomberg, no solo no va a evitar que los usuarios compartan sus contenidos, sino que además debería entender que es posible apalancarse en que lo hagan y hacer que eso ayude a su negocio. Por mucho que haga un escritor (por mucho que escriba columnas insultantes o que sus editores presionen al político de turno para cambiar leyes), no podrá evitar que sus obras se compartan, y deberá entender que, para aspirar a seguir viviendo de su creación, debería ir precisamente en sentido contrario: tratar de facilitar la disponibilidad de sus obras para disminuir el incentivo a obtenerlas irregularmente. Ver cada descarga como una situación de demanda insatisfecha que hay que aproximarse lo mejor posible a cubrir. Jamás cubrirás toda la demanda, pero podrás acercarte a un número mucho mayor de lectores, con un margen infinitamente más sano y sostenible, y unas posibilidades de relación infinitamente mejores.

 fuente: http://www.enriquedans.com/2014/01/estrategias-de-contenidos-absurdas-vol-n1.html  (This post is also available in English in my Medium page, “Absurd content strategies, Volume 1“)


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